El tiempo pasa tan rápidamente que no puedo escribiros todo lo que quiero.
Por eso voy a concentrarme sobre los eventos importantes.
Mi viaje a Panamá nació de la idea de ver el canal. Eso era un sueño desde
niño. Ver una de las más importantes obras del mundo: la separación artificial
de un continente. El Hombre cortó la tierra para ahorrar horas de viaje. Sí que
unas personas podrían decir que es una locura, el Hombre no tiene derecho a
destruir. Pero por otro lado adaptamos la tierra y ahorramos gasolina y tiempo…
¿Cual es lo mejor? No lo sé…
Entonces, organicé con la ayuda de otros este viaje con paradas
obligatorias: Bocas del Toro, Panamá City y el Canal de Panamá. Como he dicho
ya, esto dos últimos están juntos, ¡qué suerte! Con la agencia de viaje,
encontramos un medio para hacer más o menos lo que queríamos. Nos faltaba
únicamente la vuelta desde Panamá City hasta la frontera. Una chica del grupo
buscó y encontró algo, yo reservé y ¡estamos listos!
Para sobrevivir al viaje, lo más importante es relajarse. Tenemos ocho
horas de minibús así que empezamos por una fiesta de pueblo. Nuestro “taxi”
viene a la medianoche lo que nos da tiempo de disfrutar e irnos directamente.
Las mochilas están listas, podemos bailar y tomar cervezas sin pensar en el
futuro. La hora llega y el chófer es puntual. Vamos las cuatro primeras horas
con él, un cambio en San José (el día antes de la fiesta de la luz L) y otro bus hasta Bocas. Aquí los demás
pueden dormir unos minutos cada hora y yo sigo organizando el resto. Tendremos
un barco hasta la isla donde dormiremos. Y un tour. Y la noche. Y otro barco. Y
un taxi. Y… ¡¡tantas cosas que planear!!
Pero antes de todo hay que cruzar la frontera, recién levantados tenemos
que completar documentos con datos personales y preguntas locas y sonreír al
agente de aduana. Difícil pero bastante rápido. La guía que tenemos nos ayuda mucho. Con el visado de salida de
Costa-Rica, podemos por fin cruzar el famoso puente de madera que da tanto
miedo y llegamos a Panamá donde hacemos otra vez la cola para obtener el visado
de entrada.
Volvemos en el bus y, completamente despiertos disfrutamos de un paisaje
más verde y de montaña. Al mediodía llegamos a Almirante que es la ciudad costera en frente de Bocas
(que son islas). Aquí tomamos un barco con veinte otras personas y navegamos
alrededor de todas las islas muy bonitas. Pocos minutos después de la salida
del puerto, mi tocayo recibió la primeras gotas del océano atlántico en la cara
antes de bajar la protección. Una vez en la isla principal, encontramos nuestro
hotel al frente del puerto y hacemos el check-in… ¡en francés! No es culpa mía,
no sabía que el dueño hablaba francés :p Los demás, los seis germano-parlantes
y el japonés, no entendieron nada pero me permitió practicar mi español
traduciendo las informaciones. El barrio parece seguro con el puerto y el cuartel
de la policía a su lado.
Una media hora después, otro guía vino a buscarnos para el pequeño tour que
reservamos en el segundo bus. Vamos por la isla, casi hasta el centro, a ver a una
virgen en una gruta y “sus” murciélagos. De la virgen no recuerdo su historia
pero puedo deciros que hacen una misa una vez al año en una iglesia sin techo,
a cielo abierto, con únicamente el altar y bancos. Luego, vamos a una
playa con una vista muy bonita y
caminamos una media hora hasta otra, los pies en el mar, para ver las estrellas
de mar.
La playa donde llegamos es una de las playas donde hay más estrellas de
mar. Habríamos podido ver más por la mañana pero vemos unas muy grandes. Nos
relajamos aquí, nos bañamos y tiramos a algunas chicas al mar para…
¿Necesitamos razones?
Al regresar al hotel, nos separamos para continuar la noche. Es decir que
somos seis germano-parlantes, tres franco-parlantes y un japonés, podéis
entender que es mucho más fácil que nos dividimos en dos grupos. Como el
japonés vive con mi tocayo, hacemos un grupo (que me gusta llamarlo de los
chicos) y los demás hacen el suyo (¿El de las chicas? ¡Con solo un chico!) En
mi grupo, tengo la suerte contar con un cocinero precioso que nos prepara croque-monsieur
(bocadillos calientes de pan de molde). Disfrutamos mucho mi tocayo, el japonés
(Kousuké [/kokouké/]) y yo, y descansamos. Luego, damos una vuelta en la cuidad
muy turística y no compramos nada más que un juego de cartas al ver de los
precios…
Por la mañana del día domingo, tenemos que tomar el mismo barco que
utilizamos y regresamos a Almirante donde un taxi nos espera para llevarnos a
la parada de bus donde llegamos con una hora de anticipación y el bus otra hora
de retraso. Subimos y seguimos disfrutando del paisaje muy bonito hasta que lleguemos
a Panamá. Allí, ¡volvemos a la civilización! No que sea feo pero es que hay
muchos edificios altos, centros comerciales, hoteles,… Para algunos del grupo,
hace meses que han visto eso. El bus para en la estación principal de buses y
de allí no tengo ni idea de como llegar al hotel pero… ¡buscamos! En una
ventanilla, un hombre nos ofrece su ayuda y busca con nosotros taxis. No pensé
pero el hotel está bastante lejos y no todos aceptan ir hasta allá. Una hora
después, ya estamos en el hotel y podemos descansar durante una noche. Para la
cena, hacemos la vuelta del barrio y encontramos un restaurante… cerrado… ¡pero
abierto para diez personas! Es exactamente lo que necesitamos. Cenamos todos
juntos, con buena comida barata.
Para el lunes, reservé ayer un tour con un de los taxistas. El chófer llega
puntual y empezamos por el Parque Nacional Metropolitano. Este parque tiene un
bandera muy grande que se ve desde muy lejos en la cuidad. Pienso que es el
punto culminante. Durante la construcción del canal, era una de las bases
militares de les estadounidenses utilizada para alojar a los trabajadores del
canal. De un lado de este “montaña” se ve una gran parte del canal y del otro
lado está la cuidad con el barrio de casco viejo.
Después, nuestro guía nos lleva a lo más importante para mí, lo más
impresionante, lo más… extraño: ¡El canal! Y lo visitamos al nivel de las
esclusas de Miraflores. Como punto turístico, podéis entender que hay una
organización especial con una mezcla de seguridad y de libertad. Dentro, el
grupo principal se divide como al inicio. Así, podremos disfrutar sin molestar.
En primer lugar, vamos al canal propiamente dicho para tomar fotos
tradicionales. En segundo lugar, miramos la película en 3D sobre la historia de
las obras del inicio por los Franceses a la recuperación por los Panameños y el
referéndum de 2006 para acrecer el canal. Hay que decir que esta película
(cortometraje) me da más que pensar en una forma de propaganda. En tercer lugar, visitamos el museo repartido
en cinco niveles con salas no tan grandes y profundizamos nuestro conocimiento
con más imágenes, textos, muñecos, sala de diversión y datos históricos. En
último lugar, asistamos a la llegada de un barco muy grande que estaba cruzando
desde el océano atlántico hasta el pacifico. Eso es realmente impresionante:
está cruzando un continente…
Cuatro horas después, salimos y recuperamos nuestro chófer para seguir la
visita. La parte siguiente es la del casco viejo. Como algunos estaban cansados
ya y estaba lloviendo, no nos quedamos mucho tiempo allí aunque es un lugar
precioso. Pero el guía tiene otro plan y vamos a tres antiguas islas que ahora
no lo son porque los estadounidenses utilizaron una parte de la tierra del
canal para juntar las “islas”. Algunos minutos aquí y las chicas quieren ir de
compras al centro comercial con pretexto de ver una película… ¡Les extraña el
cine! Nosotros también vamos de compras porque mi tocayo tiene que comprarse
zapatos y eso necesitará como dos horas. Cenamos el en último piso, ¡el de la
mala-comida!
Para el día siguiente y último en la ciudad de Panamá, no hay planes.
Conservamos los grupos creados y nosotros volvemos al casco viejo. Es un lugar
muy bonito y descubrimos otro lado con la catedral, la plaza principal y el
antiguo teatro en obras para rehabilitarlo en hotel. En la plaza, un hombre
vino contarnos datos históricos e informarnos sobre muchas cosas muy
interesantes. Desgraciadamente a dos del grupo de cuatro que formamos no les
interesa tanto y tenemos que cortar la visita.
Después de comer en un restaurante rico pero no caro, tomamos un taxi para
visitar Panamá la Vieja. De este barrio no queda realmente nada, únicamente
ruinas. Por culpa de piratas, toda la primera ciudad de Panamá fue destruida.
Ahora, podemos pasear entre las ruinas dentro de un gran parque. Queda algunas
paredes, una torre y añadieron pancartas de información para que sepamos lo que
formaban las paredes antes. Al fin del parque, llegamos en frente de un edifico
municipal de artesanía. Como tenemos todavía unas horas antes de regresar, lo
visitamos y encontramos muchísimas cosas súper interesantes: cuadros, bolsos,
imágenes,… ¡es el lugar perfecto para comprar regalos!
Regresamos temprano al hotel con nuestros regalos y descansamos unas horas
esperando la cena que nos prometieron las chicas. A las diez de la noche, la
cena estas terminada, los cubiertos y platos limpios, las mochilas listas y
nosotros también. Esperamos el bus privado que viene a buscarnos para llevarnos
a la frontera de Paseo Canoas (la segunda frontera entre Panamá y Costa-Rica).
Treinta minutos después, mi tensión nerviosa empieza a llegar a un nivel alto y
se nota. Una hora después regreso a la recepción del hotel para pedir ayuda (y
no pueden hacer nada) y preguntar si tienen habitaciones libres acaso. Mi tensión
está a su máximo cuando llegue el minibús con una hora y media de retraso. Como
es culpa del chófer, es normal que no pida disculpas de nada y empieza a enfadarse porque “está esperándonos en otro
hotel desde la siete de la tarde” (sic). Evidentemente, el viaje que sigue es
parecido a esta primera impresión ¡es decir que es el peor que hemos tenido!
Como lo diré algunos días después en mi correo de quejido, el minibús es muy
muy incómodo y sucio, la conducción del chófer es tan mala que da mucho miedo y
fue cargado en mi tarjeta más que lo que me confirmaron. Ocho horas de “tren
del espanto” durmiendo como diez minutos cada dos horas… gracias mi almohada
humana representada por el hombro de Maxime.
A las siete de la mañana, legamos a la frontera y vemos una cola muy larga.
¡Qué bien, tres horas de espera!, me digo. ¿Tres horas? Ja-ja-ja, son en
realidad seis horas que esperamos, y eso, únicamente para salir de Panamá. Lo
peor es que para nosotros, Europeos y Asiáticos, es ¡muy muy rápido! Seis horas
de pesadilla, haciendo cola de pie, en el ruido, sin haber desayunado… Por fin
pasamos este lado y esperamos una hora más del otro para regresar a Costa-Rica.
Nuestro chófer está ya aquí desde las cuatro de la mañana, después de ocho
horas de viaje y tomamos la ruta a las dos de la tarde (hora a la cual yo
quería llegar a Tamarindo). El, sin dormir de nada, conduce muy bien y ya
podemos descansar mucho más. Descansar pero también hablar con Maxime jugando a
las cartas sin realmente jugar pero hablando de verdad. Son a las diez de la
noche que llegamos a Santa Rosa, después de veintitrés horas de viaje. ¿Sed?
No. ¿Hambre? No. ¿Dormir? No tanto. ¿Ducha? ¡¡Sí!!
Después de tantas emociones el fin de semana se pasa muy tranquilamente y
barato con playa, surf, descanso y no mucho más.
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